La cerámica erótica mochica

Cuado Rafael Larco Hoyle inició sus estudios de la antigua cerámica moche (en la década de 1940), se topó con muchas vasijas de explícita temática sexual. Otros coleccionistas de la época las llamaban "huacos pornográficos", con algo de gracia y de desdén. Larco no las desdeñaba. Como ocurría con otras tantas muestras de la alfarería del antiguo norte peruano, estaban hábilmente modeladas, llenas de atención en los detalles y cuidadosamente pulidas y pintadas.

Luego de analizar todas las que pudo, hizo números y comparaciones y concluyó que la inmensa mayoría de prácticas sexuales representadas en esas piezas no tenía fines reproductivos. Es decir, lo que predominaba eran formas de intercambio sexual como penetraciones no vaginales, felaciones, personajes que se autoestimulan o que exhiben ostentosamente sus genitales. Las imágenes de cópulas eran, a su entender, una minoría. Se preguntó por qué. Luego de analizar una pieza que mostraba a una mujer en el proceso de amamantar a un niño mientras sostenía un intercambio sexual con un hombre, Larco creyó adivinar lo que los mochicas pensaban: que mientras durara el período de lactancia, la pareja debía evitar concebir un nuevo niño, evitando el sexo vaginal pero sin renunciar a otras formas de erotismo. Según esa interpretación, la mayoria de las piezas mostraban métodos de control natal. Una forma de ver el sexo con criterios prácticos.
 
La hipótesis de Larco es tentadora. Pero, desgraciadamente, es muy difícil de comprobar. Como se sabe, los testimonios escritos más antiguos que tenemos sobre la vida en los Andes datan del siglo XVI, cuando se produce el encuentro entre las culturas europeas y sudamericanas. Pero los moche desparecieron 800 años antes de esa fecha. Así que alcanzar entender cómo pensaban es casi imposible.

Aunque a primera vista no lo parece, esta escena sexual representa una cópula anal. Cerámica moche.


Larco registró también un grupo de piezas que denominó "humorísticas", porque mostraban hombres de penes enormes o mujeres de vulvas amplísimas. A otras piezas las denominó "moralizadoras" porque mostraban individuos cadavéricos teniendo sexo, lo que él interpretó como una supuesta "advertencia" de los "peligros" que tenía para la salud el "abuso de la sexualidad". Está claro que, a pesar de su esfuerzo y dedicación, Larco no pudo evitar que sus propios prejuicios, fruto de su época y educación, juzgaran el arte de un pueblo desaparecido. Ver el pasado con los ojos del presente es un riesgo que acecha a todos los historiadores y arqueólogos.

Aunque a primera vista no lo parezcan, todas las piezas de la imagen representan cópulas anales. Vista de una vitrina del Museo Larco

Ni siquiera hoy, a pesar del interés que sigue sucitando el arte erótico de los moche, se ha avanzado lo suficiente en este tema. Es cierto que hay estudiosos que han trabajado en el asunto y han elaborado interesantes teorías... Pero estas no siempre se complementan y a menudo se contradicen entre sí. 
 
En todo caso, hay sutiles elementos simbólicos en algunas de estas piezas que sugieren que la intención principal de los artistas moche no era "retratar" la realidad tal como era sino "decir algo más". Cosas que un mochica entendería... Pero que nosotros, todavía, no hemos logrado comprender. 
 
Sobre el sexo convencional

Las dos escenas que se muestran aquí han sido redibujadas de dos piezas de cerámica moche. La primera está modelada en relieve. La segunda está pintada sobre la vasija. Pero ambas parecen contar la misma "historia". En ellas, el punto culminante es el encuentro sexual entre la divinidad de cara arrugada y una mujer. Imágenes tomadas de Bourget, 2007.
 
Por ejemplo, no es que no haya representaciones de coito vaginal en el arte moche. Pero están casi restringidas a una sola escena en donde un varón que tiene colmillos, rostro arrugado y decoración corporal (características todas identificadas con las de un ser mitológico que Larco llamaba Aiapaec) se enlaza frontalmente con una mujer. Si bien en estos casos no se nota de manera explícita la ubicación de los genitales (como suele pasar en las representaciones de sexo anal), las posiciones de los cuerpos son consistentes con un coito tradicional. Además, estas escenas a veces están relacionadas con imágenes de plantas o árboles que crecen, lo que ha sido interpretado como un símbolo de fertilidad.


Un fragmento de la escena anterior convertida en una pieza única. Se notan claramente los atributos de la divinidad (colmillos, serpientes brotando de su cuerpo). Colección del Museo Larco


Steve Bourget ha anotado que este encuentro forma parte de una "historia" mítica que ha sido representada en varias piezas de cerámica moche y que consta de cuatro episodios. El encuentro sexual entre la divinidad masculina y la mujer, sería el último de esos episodios.


Las vasijas funcionales

Las piezas que Larco calificó de "humorísticas" fueron aparentemente diseñadas para cumplir una función. Las de los individuos que presentan penes descomunales (a veces tan largos como el resto del curpo) son vasijas con una abertura en la "cabeza" del hombre, por donde supuestamente se debía verter el líquido que debía contener la vasija. Pero lo curioso es que no se puede sacar el líquido por la misma abertura por donde ingresó pues alrededor de la cabeza existen varios agujeros. La idea es clara: Si alguien intenta beber desde la cabeza del individuo, el líquido se derramará primero por los agujeros y empaparán a la persona. Así que no queda más remedio que beber por la abertura del pene del personaje. 

Cerámica moche de la coleccion del Museo de la Nación. Nótese los agujeros alrededor de la cabeza (donde está la abertura principal del recipiente) que impiden que desde ahí pueda beberse el contenido de la botella.
 
No sabemos si, un individuo mochica, detectaría o no un componente humorístico en estas escenas. Tampoco se puede descartar que estas piezas formen parte de algún juego o ritual del que nada sabemos. En el mismo sentido existen otras piezas dode se representa a una mujer recostada boca arriba y con las piernas abiertas, ocupando el fondo del plato o cuenco. 

Cuenco con doble fondo. Museo Larco
 
La vulva de esta mujer es una abertura hacia el doble fondo de la vasija. El "juego" otra vez está claro. Se puede verter líquido en el cuenco pero este se "colará" al segundo fondo del plato. Y luego solo sera posible extraerlo vertiéndolo por la cavidad vaginal. 

¿Mujer subordinada?

Es difícil hacer generalizaciones pero en la mayoría de los casos se percibe una actitud de sumisión (forzada o voluntaria, no lo sabemos) del hombre a la mujer, especialmente en las representaciones de sexo oral donde algunos autores han percibido una actitud coercitiva y violenta. 

Cerámica moche. Colección del Museo Larco.


Pero hay otros casos en donde queda clara la intención de proporcionar placer a la mujer mediante la manipulación manual de sus órganos genitales. En todo caso, no sabemos si las piezas disponibles son una muestra equilibrada y representativa del arte erótico de los moche. También se han registrado, aunque en pequeñas cantidades, actos homosexuales.


Muertos por todas partes

Si consideramos que estas piezas estuvieron destinadas para ser enterradas junto con los difuntos, no resulta tan sorprendente que aparezcan personajes esqueletizados (¿medio vivos? ¿muertos? ¿ enfermos?) practicando actividades sexuales. Pero no es la única actividad de los muertos: el arte moche representó cadáveres bailando, comiendo o tocando instrumentos musicales. En casi todas las culturas del Antiguo Perú había complejos rituales funerarios en los que, de alguna manera, los vivos "convivían" con los muertos. Existen testimonios de la época colonial temprana que indican que a los cadáveres se les cambiaba de ropa o de ofrendas (objetos, comida, bebida) que inicialmente se habían colocado en sus tumbas, incluso cuando habían pasado años desde el entierro original. Los muertos, de algún modo, seguían necesitando ropa y sustento. Es decir: "seguían viviendo". En esa misma lógica, no resulta descabellado que pensaran que también podían tener sexo en el más allá.

Dos piezas que muestran manipulación de los genitales de dos parejas de "muertos" heterosexuales. Colección del Museo Larco.


Lo curioso es que en las representaciones eróticas moche los "muertos" (los ponemos entre comillas porque, a pesar de tener cabeza y cuerpo esqueletizado, normalmente lucen sus genitales intactos) interactúan no solo con otros muertos sino también con personas vivas. Normalmente en parejas. Pero a veces de a tres. En todas las combinaciones posibles (incluidos, sí, grupos del mismo sexo que manipulan mutuamente sus genitales).

¿Cómo entender todo esto? Hay hipótesis para todos los gustos, pero todas muy difíciles de comprobar. Una forma razonable de acercarse a la verdad implicaría excavar arqueológicamente una buena cantidad de tumbas que contengan este tipo de objetos. Así se podría establecer semejanzas y diferencias entre las características de los individuos "reales" enterrados en las tumbas y las características de los personajes representados en la cerámica, buscando patrones y coincidencias. Pero, lamentablemente, la enorme mayoría de piezas eróticas moche procede de colecciones que tuvieron un origen clandestino (huaqueo) o de arqueología muy amateur y no tuvieron un registro arqueológico adecuado. 

Escena sexual mochica entre un hombre y una mujer. Este vaso resulta curioso por las dimensiones del miembro del varón y la "animalización" de la mujer pues sus extremidades delanteras se han convertido en "patas" y su cuerpo ha sido engrosado notablemente. Está claro que no es una falla del artista sino una representación intencional, cuyo sentido no concoemos. Colección del Museo Larco


 Mientras no se encuentren suficientes contextos arqueológicos con temática erótica para hacer estudios comparativos, el tema difícilmente se aclarará. Los investigadores no tienen más remedio que usar otras disciplinas (antropología, etnohistoria, semiótica, estudios iconográficos) para superar estas limitaciones. En todo caso, queda claro que la relación muerte-sexualidad era importante y que existen códigos y símbolos que se repiten y cuyo verdadero significado estamos lejos, todavía, de entender.


Fuentes

Para este artículo he consultado los textos "Checan" (estudio de arte erótico de Rafael Larco Hoyle, Lima, 1966), "Morir para gobernar: Sexo y poder en la sociedad moche" (de Steve Bourget, Santiago de Chile, 2007), El sexo en el antiguo Peru" (de Federico Kauffmann Doig, Lima 2001) , ) y el catálogo en línea de piezas de arte erótico mochica del Museo Rafael Larco Herrera de Lima.


Pablo Ignacio Chacón, 2020


Comentarios

  1. Gracias, es un buen artículo, sereno e informativo, alejado de las fáciles referencias a "los huacos eróticos", tan cercanas al tono de los diarios chicha. Sobre "una actitud coercitiva y violenta" por parte de los hombres, que algunos autores ven en las escenas de sexo oral, no me parece que sea necesariamente así. En el huaco adjunto a ese texto, podría ser también de pedido o persuasión, no veo ningún gesto amenazante, hay tantas maneras de entender algo visual y de proyectar nuestra mirada contemporánea. Sí es cierto que en la mayoría de los huacos aquí mostrados las mujeres parecen sumisas, pero también hay casos en que ellas ríen mientras juegan con el falo de su pareja, que también ríe. Todos estos huacos fueron encontrados en tumbas, cumplían una función ritual, y quizás solo fueron vistos por unos pocos.

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