El regreso de la Estela de Raimondi
Esta escultura de granito de dos metros de altura fue alguna vez un
objeto sagrado. Tras siglos de olvido fue usada como un vulgar batán de
cocina. Un viajero famoso la vio y le impresionó tanto que convenció a
un presidente de rescatarla. Un esforzado sargento la llevó a Lima
abriendo caminos en las montañas a golpe de dinamita. Estuvo tirada en
un parque, fue escondida durante una guerra y dañada por un terremoto.
Por fin descansó varias décadas en el museo de Pueblo Libre. Y ahora,
170 años después de su descubrimiento, una de las piedras más famosas
del Perú será restaurada para muy probablemente regresar a la región en
donde fue esculpida hace ya 25 siglos. Esta es la increíble historia de la Estela de Raimondi.
La sección central de la pieza, que muestra el rostro cuadrado de un curioso personaje del que sobresalen varias serpientes y que sostiene entre sus garras dos báculos. |
El hallazgo
Alrededor de 1840 el señor Timoteo Espinoza, un agricultor que tenía tierras en las afueras de la entonces remota localidad de Chavín de Huántar (que en esos años tenía menos de 1000 habitantes) encontró en los alrededores de las antiguas ruinas de piedra conocidas como "El castillo" una gruesa laja rectangular de casi dos metros de alto que tenía unos curiosos tallados en uno de sus lados. Ya entonces estaba algo rajada y tenía sus bordes ligeramente desbastados producto de un golpe (¿una caída? ) del que nada se sabe. La hizo llevar a su casa donde la utilizó para presumir ante sus pocos visitantes, pero también para usarla como mesa y aun como batán para moler sus granos.
No era raro que los habitantes del lugar coleccionaran ese tipo de reliquias: Se habían encontrado piedras talladas antiguas por todas partes e incluso muchas se utilizaron para construir las casas de la zona. Consideremos el contexto: En 1840 arqueología y patrimonio era palabras desconocidas para la mayoría de los habitantes de la joven república, que vivían preocupados tratando de sortear las múltiples crisis políticas qe los mariscales de ayacucho no se cansaban de generar (el año anterior había sido la Guerra de la Confederación; el año siguiente sería la Guerra con Bolivia)
Veinte años después, atraído por lo que había escuchado sobre esos objetos, el naturalista italiano Antonio Raimondi, un apasionado de la geografía que estaba empeñado en recorrer todo el Perú para escribir sobre sus recursos naturales, llegó a Chavín para inspeccionar sus ya famosas ruinas y sus misteriosos túneles subterráneos. Al enterarse de la presencia del ilustre visitante, Espinoza lo invitó a su casa para comer y mostrarle el objeto que poseía. Raimondi se quedó maravillado con la mesa del dueño de casa. Y al respecto escribió lo siguiente:
Se dirá que el esculpió esa piedra tenía la idea de representar al Genio del Mal. Dicha piedra es de gran estimación, por lo complicado y la hermosura del diseño, por la finura y sorprendente simetría que se nota en un dibujo tan difícil que el mejor artista no habría podido hacerlo más perfecto. Ella es de por sí precioso monumento que debería conservarse con el mayor cuidado en el Museo Nacional, porque da una exacta idea del grado de desarrollo que había alcanzado el simbolismo, el dibujo y el arte de trabajar las piedras entre los antiguos indios.
pero junto con esas palabras de admiración, escribió también lo siguiente sobre el trato que los pobladores le daban a las ruinas cercanas.
Da lástima ver que las autoridades del lugar no hayan podido impedir la destrucción de tan importante monumento: y que todos los habitantes de la población acudan al "Castillo" a sacar piedras utilizándolas en hacer sus casas, como si se tratara de una cantera (...) No hay más que el deseo de hallar tesoros lo que redunda en arrasar el mejor monumento, tal vez que se conserva, de los antiguos peruanos: que está casi en escombros y los mismos habitantes que se lamentan de tamaña barbarie poseen magníficas muestras sacadas por sus manos del Castillo. ¡Esto da cólera!
El traslado a Lima
Raimondi publicó esos duros textos en 1873 (en su libro "El departamento de Ancash y sus riquezas minerales"). La historia del Perú precolombino no era todavía un asunto importante. Tengamos en cuenta que la primera excavación arqueológica moderna se realizaría recién en 1896 (en Pachacamac, por parte de Max Uhle). Pero a pesar de eso, el impacto del testimonio de Raimondi de 1873 fue tal que el mismísimo presidente Manuel Pardo ordenó que la pieza fuera trasladada a Lima de inmediato para ser protegida.
Pero no era un encargo sencillo. No había ninguna ruta de ferrocarril que cruzara las dos cordilleras (La Negra y la Blanca) que separaban Chavín de la costa y los caminos utilizados por los arrieros no eran lo suficientemente anchos para transportar con seguridad una pesada losa de piedra de 2 metros de largo, 75 cm de lado y 17 centímetros de espesor que, además, debía llegar a la costa sin ningún rasguño. Por eso el prefecto de Ancash (TAL) escribió al gobierno para que le autorice la compra de barrenos para perforar la roca de las zonas estrechas del camino y 90 kilos de pólvora para volarlas. La pieza fue trasladada en una carretilla especial hasta Casma y de ahí a Lima. No tenemos los detalles de lo que sin duda fue una ardua travesía, pero sí el nombre del sargento comisionado para llevarla a cabo que, aparentemente, cumplió la tarea de manera impecable: José Manuel Marticorena.
Los jardines y la guerra
Ya en Lima la piedra fue colocada en un marco de madera negra e instalada a la intemperie sobre los jardines que estaban en frente de la entrada del recién construído Palacio de la Exposición (el mismo edificio que hoy alberga al Museo de Arte de Lima) en cuyo segundo piso funcionaba el Museo Nacional. La piedra pronto generó gran interés y artícukos periodísticos y algunos ensayos. Algunos atribuyeron sus diseños a una inexistente influencia babilonia y otros vieron en sus dibujos intrincados los restos de una perdida forma de escritura. Como hasta entonces no se conocía ninguna cultura anterior a los incas se pensaba que era de origen cusqueño y que el luar en el que fue encontrada, Chavín, era una fortaleza que los incas utilizaron para defender sus conquistas. Por supuesto ninguna de estas interpretaciones es correcta. Pero a pesar de ello tuvieron la virtud de inaugurar el debate académico sobre los misterios del Antiguo Perú en una sociedad que hasta entonces vivía de espaldas a su historia prehispánica. Tengamos en cuenta la época en la que ocurría todo esto: Todavía faltaban más de veinte años para que se realizara la primera excavación arqueológica moderna en el Perú (lo haría Max Uhle en Pachacamac, en 1896).
Una vista del entonces recién construido Palacio de la Exposición (1872) desde lo que hoy es el Paseo Colón. En esos jardines fue colocada la gran piedra traída de Chavín. |
Como había sido Raimondi quien había llamado la atención sobre esta pieza, el nuevo monumento del Parque de la Exposición fue conocido desde entonces como la "Estela de Raimondi".
En cualquier caso, la piedra dejó de ser protagonista para convertirse en un actor secundario de una ciudad que luchaba por recuperarse del desastre de la guerra.
Deterioro y rescate
El historiador y jurista José Toribio Polo, conocía bien esta obra de arte. Él mismo la había visto en casa de Espinoza en 1871 "tirada en un rincón" y como funcionario del gobierno en Ancash estuvo al tanto de su traslado a Lima. Posteriormente la admiró colocada en el Parque de la Exposición antes de la guerra y escribió artículos en la prensa local sobre ella. En 1892 fue a buscarla para ver su estado. Esto es lo que escribió al encontrarla:
...pude al fin encontrarla donde menos lo pensé: en uno de los parques, entre el "Club Revólver " y la espalda del Palacio (de la Exposición) junto á una acequia, bajo de un ficus y sobre dos palos; teniendo al lado el tosco marco negro de madera en que estuvo colocada. Expuesta á la intemperie, en un lugar no muy transitado, como para que no sea vista, y hasta ahora poco, al alcance de niños traviesos que retozaban sobre ella, es lo cierto: que esa joya rara de las antigüedades patrias no ha merecido de nuestros ediles ninguna consideración; con mengua del crédito del país (...) Esa piedra que, con no pocas precauciones, se trajo a Lima en 1874, de orden y a costa del gobierno, llegando hasta ensanchar con tal objeto los caminos en algunos sitios, y conduciéndola de Chavín á Casma en una carretilla especial, se ha extraido del rústico marco, por torpes operarios, con barretas y herramientas que le han descantillado la mitad del borde superior, una parte del lado izquierdo y sus dos ángulos inferiores; desapareciendo á trechos la cenefa que encuadra el dibujo. Y mientras esto sucede aquí, en la capital de República, sabemos, que extranjeros amantes de la ciencia, para enriquecer un museo de Europa, han ofrecido por conducto respetable, hasta mil libras esterlinas.
Polo advirtió a las autoridades sobre la reliquia quienes, aparentemente, empezaron a tratarla mejor. La piedra fue trasladada al Museo Victor Larco Herrera (lo que hoy es el Museo de la Cultura Peruana, en la avenida Alfonso Ugarte; no confundir con el Museo Larco). Los primeros años del siglo XX eran buenos tiempos para la arqueología peruana: Uhle había demostrado que diferentes sociedades independientes habían dominado el Perú antes de los incas, retrocediendo la antigüedad de la cultura andina al menos hasta el siglo II a.C. Luego tomó la posta de la arqueología nacional Julio C. Tello quien corrió aún más en el tiempo el inicio de nuestra historia, al menos hasta el primer milenio antes de Cristo. Para Tello la clave de esa antigüedad estaba precisamente en las ruinas de Chavín, donde estuvo excavando exhaustivamente durante varias temporadas entre 1919 y 1940. Como director del Museo Nacional de Arqueología, Tello hizo que trasladaran la Estela de Raimondi a la institución a su cargo, donde permanece hasta hoy. La gran piedra se convirtió, en ese sentido, en el más ilustre representante del arte de Chavín fuera del sitio arqueológico.
Pero dos nuevos eventos golpearon la recuperación de la historia de Chavín.
El primero, una premonición, ocurrió en Lima en mayo de 1940: Un terremoto de 8,2 grados Ritcher sacudió la zona central del Perú y la estela de Raimondi se desprendió de su ubicación en el museo quebrándose por uno de sus extremos. El segundo, aún peor, ocurrió en el mismo pueblo de Chavín en 1945. Un enorme aluvión no sólo destruyó completamente la localidad sino que sepultó las ruinas que Tello había excavado durante los últimos veinte años. La corriente de lodo se llevó consigo la mayoría de las antiquísimas esculturas y cabezas de piedra que el arqueólogo había reunido en una pequeña capilla que servía de museo de sitio junto a las ruinas. Esas piezas no solamente procedían de las excavaciones sino también de las "colecciones pivadas" que los viejos vecinos de Chavín -sí, los descendientes de aquellos que Raimondi denunciara un siglo atrás- habían decidido donar a su pueblo. Pero durante la catástrofe la mayoría de estos objetos desapareció para siempre.
El retorno a casa
El Museo Nacional Chavín. Imagen tomada de viajaporperu.com/ |
Pues bien, y ahora sí llegamos al asunto que motiva este largo recuento. Y es que la Estela de Raimondi, que pasa sus días en un ambiente abierto del Museo de Pueblo Libre, regresaría por fin a su tierra de origen. Una campaña promovida por varios municipios de la región Ancash y algunas recientes publicaciones en la prensa local indican que la piedra seguiría así el mismo camino que ya tomó antes otra famosa pieza chavín (el Obelisco Tello).
Los tiempos han cambiado y mucho. Chavín ya no es un lugar inseguro para el patrimonio histórico sino una efervescente localidad turística, que cuenta con uno de los sitios arqueológicos más fascinantes del Perú, que es Patrimonio de la Humanidad, que tiene una población preocupada por su herencia histórica y que cuenta con un buen museo (el moderno Museo Nacional Chavín) que ya estaría preparando un ambiente para albergar a la archifamosa pieza (posiblemente donde está la réplica que le sustituye hasta el día de hoy). Así podrá exhibirse junto con la gran colección de tallas de piedra y otras piezas de arte de las culturas del Período Formativo.
Los tiempos han cambiado y mucho. Chavín ya no es un lugar inseguro para el patrimonio histórico sino una efervescente localidad turística, que cuenta con uno de los sitios arqueológicos más fascinantes del Perú, que es Patrimonio de la Humanidad, que tiene una población preocupada por su herencia histórica y que cuenta con un buen museo (el moderno Museo Nacional Chavín) que ya estaría preparando un ambiente para albergar a la archifamosa pieza (posiblemente donde está la réplica que le sustituye hasta el día de hoy). Así podrá exhibirse junto con la gran colección de tallas de piedra y otras piezas de arte de las culturas del Período Formativo.
Cronología de esta historia. Clic para ampliar. Elaboración: antiguoperu.com |
- La nota de prensa que informa del traslado y la restauración puede consultarse aquí.
- La estela de Raimondi puede visitarse actualmente en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia. (Información aquí)
- El trabajo que Raimondi publicó en 1873 sobre su viaje por la región de Ancash ("El departamento de Ancash y sus riquezas minerales") está parcialmente digitalizado por Google Book y puede leerse aquí . Sobre este gran naturalista recomendamos la página web del museo dedicado a su vida y legado. Clic aquí
- José Toribio Polo publicó un compendio de sus artículos periodísticos sobre la estela de Raimondi. Este escritor conoció a Espinosa y es el único que relata la forma en que fue encontrada la piedra. en sus páginas también pueden leerse las resoluciones del gobierno de Pardo sobre el traslado de la pieza y los materiales que se compraron para traerla a Lima. También hace un análisis de la pieza que, a pesar de que se basa en especulaciones (en ese momento no se sabía de ninguna civilización anterior a al de los incas en el Perú) y no tienen ningún rigor arqueológico, resulta muy interesante para comprender las ideas que había sobre las antigüedades peruanas a fines del siglo XIX. En el siguiente enlace puede leerse una versión de este libro, digitalizado por la Biblioteca Nacional de España. Clic aquí.
- Hay un interesante ensayo de Raúl Hernández de la PUCP sobre cómo fue que la propia población del pueblo de Chavín empezó a interesarse por su patrimonio en las primeras dos décadas del siglo XX, antes de que Julio C. Tello iniciara los estudios arqueológicos en el lugar en 1919. Para leerlo haz clic aquí.
- Si usted se encuentra en Lima y todavía no ha ido a ver la muy buena exposición sobre arte Chavín en el MALI hágalo pronto, es sólo hasta el 9 de agosto. No se exhibe la piedra de Raimondi, pero sí se pone en contexto la historia de Chavín y se muestran algunas de sus más notables esculturas de piedra.
Un artículo de Pablo Ignacio Chacón
preparado para Antiguoperu.com
Reservados todos los derechos, 2015
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