Pequeña historia sobre los campos elevados

Parece un sol de 100m de diámetro, en medio de los campos de Ácora (Puno). ¿Es un diseño moderno? ¿un geoglifo? ¿un mensaje de otro mundo? No. Es un recuerdo de otro tiempo, cuando las más frías y duras mesetas de los Andes se volvieron verdes y acogedoras.

El contexto

Antes de hablar de esos extraños círculos debemos entender el tiempo y el espacio en el que se movieron sus constructores. Ubiquémonos en la meseta del Collao, entre Perú y Bolivia. Aquí, a 3800 metros de altitud, el sol quema muy fuerte y, de noche, hiela. Los desbordes del Titicaca y sus afluentes se turnan con las más largas sequías. Aunque es tierra apta para la ganadería de camélidos, no lo es tanto para la siembra. 

 


Imagina por un momento que vives aquí. Hace, digamos, 2200 años. Tu casa es un putuco, una construcción de bloques de tierra que te protege del frío. Crías alpacas y tu familia dispone de unas parcelas en donde siembras papas y ocas. Pero te han dado malas noticias...

Los sabios que observan los cielos, adivinan el clima, esos que (dicen que) hablan con los dioses y administran el gran templo de Pucará (a donde peregrinas anualmene para hacer ofrendas) te han informado que se espera que este año sea más frío de lo normal. Y ya sabes que basta una sola noche de helada para que tus cultivos se arruinen. ¿Qué puedes hacer para evitar que ocurra? Una opción sería mudarte a los lejanos valles del oeste, cerca del mar de Moquegua. Otra: Quedarte en tu tierra y construir waru warus.

Waru warus al norte de Puno (Imagen: Liana John / FAO)


¿Cómo se hacen?

No es tan difícil, aunque vas a necesitar la ayuda de tus vecinos y amigos (es decir, de tu ayllu o comunidad). Primero que nada habrá que cavar varias zanjas largas y gruesas. La tierra que saques de ahí la amontonarás a los lados.

 

Y luego, tendrás que hacer que el agua (de los muchos riachuelos y lagunitas de la zona) circule entre las zanjas. Recién entonces podrás sembrar. ¿Dónde? Encima de los montones de tierra. Y ahí empezará la magia...

 

Durante el día, el quemante sol de las altiplanicies (pues no olvides que estamos, a pesar del frío, en una zona tropical, cerca del ecuador) calentará el agua de las zanjas. 

 

En la noche, el agua estará lo suficientemente tibia como para abrigar a tus plantitas. Así, cuando venga la helada, tu quinua y tus papas resistirán. Suena bien, ¿no te parece?

 

Pero hay más. Las raíces crecerán rectas hacia abajo (y no tanto hacia los lados) buscando el agua que se filtra por la tierra. Y como esas raíces ocuparán menos espacio a lo ancho, podrás colocar tus plantas más cerca las unas de las otras, sin que se ahoguen mutuamente. Y a más plantas, ¡más productividad! No solo eso: Si tu sistema de circulación de agua está bien planificado, vendrán peces y ranas a vivir entre las zanjas llenas y también muchas aves a anidar y a cazar. Todos esos animales harán sus deposiciones por ahí y le darán a tus plantas los nutrientes que necesitan. ¿Qué te parece? ¿Todavía piensas mudarte?

Waru warus en uso en la orilla noreste del Lago Umayo, cerca de Puno. Hacia la izquierda de la foto se ven muchos más, cuyas zanjas-canales se inundan en época de lluvias. Imagen de Google Earth.


Las comunidades de habla quechua que hoy viven en el distrito de Huata (Puno) llaman "waru waru" a estos campos elevados. En aymara, se llaman sukakollos. En castellano, camellones. Pero no sabemos cómo los llamaban sus "inventores": Los agricultores de Qaluyo-Pucará (Puno) y de Chiripa (Bolivia) que hicieron los primeros waruwarus altiplánicos hace casi 3 milenios. Eso sí: Parece que ellos, a su vez, importaron la idea desde otras tierras.

 

Los arqueólogos han encontrado estructuras similares de tanta o mayor antigüedad en las zonas bajas y lluviosas del oriente boliviano, aunque adaptadas a otras necesidades y climas. Y hay huellas de camellones en las tierras inundables de la Amazonia entre Colombia y Bolivia. Es probable que la tradición iniciara ahí y que, mediante el comercio o la migración, los habitantes del altiplano aprendieran a adaptar el principio de los campos elevados a una realidad completamente distinta.  Fue un logro trascendente pues, gracia a esta tecnología, que fue perfeccionándose con el tiempo, lograron darle un soport alimenticios a las grandes culturas del altiplano (como Pucará y Tiahuanaco) que transformaron a la fría y dura Meseta del Collao en portagonista de la antigua historia andina, al punto de inspirar las creencias y política del Imperio Wari y, más tarde, del de los incas.

Algunos campos de camellones Algunos incorporaron diseños y patrones que los convierten en virtuales geoglifos que solo se ven bien desde el aire (lo que ha servido a los vendehumo de siempre para hablar de extraterrestres, "Atlántidas" andinas y esas cosas con las que engañan a la gente en sus libros y documentales). Los campos elevados de Huata o de Ácora, con sus círculos concéntricos y barrados, son parte de esa herencia. El por qué de esos patrones, no está claro todavía, pero puede que sea el mejor diseño para explotar las hondonadas en donde se encuentran estos círculos. La total funcionalidad de su diseño, acorde con las pendientes y los cursos de agua, deja clara que la agricultura fue su principal razón de ser. Si hubo otra (mágica, ritual), fue derivada de la anterior y, al menos al principio, secundaria.


Pero, volvamos a tu propia historia como agricultor pucará. ¿Sabes qué será lo más bonito de todo? Que, con la asistencia técnica adecuada, los nietos de tus nietos de tus nietos podrán cultivar en los waruwarus que tú mismo construiste, 2000 años después. 



Fuentes: 

Flores y Tantaleán (editores): Arqueología de la cuenca del Titicaca. IFEA. Lima, 2012. 

Valdez, Francisco (editor). Agricultura ancestral, camellones y albarradas. Actas del Coloquio Agricultura Prehispanica: sistemas basados en el drenaje y en la elevación de los suelos cultivados. IFEA y otras entidades: Quito, 2006



Un texto de Pablo Ignacio Chacón (2019) / Texto actualizado en febrero de 2021


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