Bodas y prisioneros
La siguiente imagen es una coreografía que se escenificó hace pocos días a pocos kilómétros de ahí, en el jirón Pizarro de la ciudad de Trujillo. La danza acompañó el paso de una pareja que acababa de casarse en una ceremonia que congregó a la alta sociedad local. Su celebración ha generado revuelo en las redes sociales peruanas. ¿Qué une y qué separa ambas imágenes?
Primero veamos el pasado
En los dibujos de la cerámica, los prisioneros, con una soga en torno al cuello, casi siempre aparecen sometidos a un guerrero de rica vestimenta, que lleva lleva a cuestas una muda adicional de ropa y dos porras. Lo que la mayoría de estudiosos deduce es que las armas y ropa extras pertenecerían al prisionero, que no es sino otro guerrero que ha sido derrotado y desnudado por el que ganó el combate.
Y en los muros de los templos piramidales (como la ya mencionada Huaca de la Luna o la Huaca Cao Viejo, en el valle de Chicama) se les ve avanzando en fila, atados unos con otros, en dirección de la rampa principal que conecta las plazas con los pisos superiores de los edificios.
El templo de la sangre
¿Quiénes eran estos cautivos? ¿Representan personas reales? ¿personajes históricos o de sus leyendas? ¿son un motivo simbólico con significados que
difícilmente entenderemos? La arqueología parece haber encontrado una
respuesta estremecedora. En la parte alta del gran edificio conocido como Templo Viejo de Huaca
de la Luna hay un conjunto de plazas y recintos (que llamaremos aquí áreas de sacrificio) en los que se
encontraron muchos cuerpos humanos. No hay mujeres, niños ni ancianos en estos lugares: todos son varones jóvenes. Los antropólogos físicos han analizado
sus huesos y confirmado que tuvieron mucha actividad física a lo largo
de sus vidas. Varios de los cuerpos presentan huellas de fracturas que se curaron y soldaron bien. Es el tipo de esqueleto que esperaríamos encontrar en
alguien que estuvo acostumbrado a agarrarse a porrazos con sus
semejantes. El esqueleto de un guerrero. Exacto: prisioneros amarrados. Parece que, durante la matanza, estos jóvenes estaban acompañados por representaciones en miniatura de ellos mismos.
La arqueología no es una ciencia exacta, pero pocas veces una hipótesis sobre el pasado peruano se ha confirmado de manera tan clara: los prisioneros de la cerámica y de los murales eran personas reales y se traían hasta aquí para ser ejecutados.
Un dato que resulta relevante es que hay cierta afinidad genética entre estos cadáveres y los de los huesos encontrados en tumbas convencionales en el valle de Moche. Es decir, no eran forasteros, ni enemigos extranjeros. Eran del barrio y formaban parte de la misma sociedad que sus sacrificadores. Y, si nos atenemos a las representaciones artísticas, podían ser incluso de la élite.
Reconstruyendo las ceremonias
Primero se realizaba un combate cuerpo a cuerpo entre dos guerreros. La derrota ocurría cuando uno de ellos perdía el casco. El otro, entonces, lo desnudaba, lo ataba por el cuello y lo encaminaba hasta el templo principal del valle en donde se unía a otros cautivos. Luego, en una ceremonia pública en la plaza principal del templo, los prisioneros desnudos subían por la rampa principal en donde los esperaban dignatarios elegantemente vestidos. Tras permanecer en algunos espacios cerrados, fuera de la vista del público, eran ejecutados. En un espacio unos morían a garrotazos. En otro ambiente otros eran degollados. Su sangre se vertía en una copa que luego era entregada al dignatario que presidía la ceremonia (uno que casi siempre aparece vestido como los señores de Sipán). A este ceremonial se le conoce hoy como el rito de la Presentación o del Sacrificio.
Los moche resucitan
En todo caso, esta y otras nuevas expresiones culturales han sido asimiladas por la industria turística y hoy son bastante comunes en pasacalles y eventos sociales, no solo de Trujillo y Chiclayo, sino en localidades más pequeñas de los departamentos de Lambayeque y La Libertad, en donde el orgullo por la herencia moche se ha convertido en un vehículo de cohesión interregional.
El pasado en el presente
Podríamos discutir si la
coreografía que se vio en las calles y en las redes sociales —que evoca más a los
prisioneros moche que a los danzantes de soga—, es de buen gusto o no, o si es la
instrumentalización del sufrimiento, una exotización degradante,
legítima reivindicación de la herencia cultural, respetable modo de
ganarse el pan, puro arte, huachafería o lo que quieran. Pero, nos guste
o no, no es algo raro: en todo el Perú se ha hecho común reconstruir
ritos precolombinos.
Entonces -dirán algunos- ¿cuál es el problema con la boda esa? Pues... el problema de siempre: EL CONTEXTO.
En
un país con una larga historia de explotación interétnica, que fue
esclavista, que estimuló la trata de chinos, que toleró la servidumbre
indígena hasta hace pocas décadas y en donde el racismo sigue siendo una
herida abierta, es lógico que ver a hombres semidesnudos atados del
cuello y en actitud sumisa, como simple decorado de una boda de la élite
nacional, remueva emociones y resulte ofensivo. Dirán que esa no
fue la intención de los organizadores. Y, sí, es probable. Pero ese es,
precisamente, el problema: no ver más allá de la burbuja.
Aquí hay, por lo menos, ausencia de criterio y de sensibilidad por parte de los organizadores, sobre todo porque la escena ocurrió en la vía pública, no en un recinto privado. Pero tampoco
es cuestión de degradar el trabajo de años de los artistas contratados, ni de creer que nuestra
interpretación de una imagen sin contexto que vimos por casualidad en las redes (se ha llegado a decir que era una representación de la esclavitud colonial) es la única válida. ¿Qué
hacemos entonces? No lo sé. Pero quizá podríamos empezar reconociendo
que a veces opinamos sin tener suficiente información. Pero, también,
que todos podríamos hacer un esfuerzo por comprender que hay expresiones
que nos pueden parecer lúdicas e inocentes, pero que subrayan
fuertemente la desigualdad y las fracturas de nuestra sociedad.
Tenemos
que escucharnos más. Y no solo a los que piensan como nosotros (porque
si no, no aprenderemos ni entenderemos nada). Pero ¿cómo nos vamos a
escuchar si todo el tiempo estamos gritando? Nuestras viejas
heridas no cicatrizarán ignorándolas o ningunéandolas. Son heridas
que necesitan medicina. Algo de empatía, por ejemplo. Y, también,
claro, conciencia histórica.
Para terminar...
Aún no
conocemos las reglas de los combates moche. No sabemos si el perdedor se
conocía de antemano o era un combate justo. No sabemos si para ellos era un horror
o un honor ser sacrificado. No sabemos si estos rituales fueron
populares o fueron rechazados por el grueso de la sociedad (aunque el
tamaño de las plazas sugiere que las contemplaban multitudes). No
sabemos si tanta sangre apuró el fin del Templo Viejo en el año 600 y
que por eso fue clausurado y reemplazado por el Templo Nuevo en el que,
aparentemente y hasta el año 850, ya no se hicieron sacrificios. No
sabemos. En el caso de los moche, nuestra ignorancia está justificada:
hace siglos que desparecieron. En el caso de nuestros compatriotas, no:
vivimos en la misma sociedad y podríamos interesarnos más en cómo se
siente el de al lado con la historia y la herencia que todos
compartimos.
Pablo Ignacio Chacón
www.antiguoperu.com

Fuentes y enlaces recomendados
- Para una síntesis asequible de las investigaciones de los últimos 25 años en Huaca de la Luna hay que ver esta publicación: Uceda, Morales y Mujica: Huaca de la Luna. Templos y dioses moche. (Lima, 2016). DE ahí he sacado varias de las imágenes (cuyos créditos consigno en cada caso)
- Sobre los ambientes arquitectónicos de las zonas de sacrificio en Huaca de Luna, tenemos este estudio de Tufinio, Moisés: Huaca de la Luna: Arquitectura y sacrificios. En "Arqueología mochica: nuevos enfoques", Lima, 2004.
- Sobre las propiedades físicas de los huesos de los ejecutados, puede consutarse este trabajo: Verano, John V: Sacrificios humanos, desmembramientos y modificaciones culturales restos osteológicos: evidencias de las temporadas de investigación 1995-96 en Huaca de la Luna. Publicado en "Investigaciones en la Huaca de la Luna 1996". UNT: Trujillo, 1998.
- Un enfoque muy recomendable sobre el tema de las representaciones mochicas en las élites norteñas contemporáneas está en este reciente artículo de Raúl Asensio ("La boda de la que todos hablan") del IEP.
- Sobre la moderna danza de la soga, me remito a una versión de la importante Asociacion Cultural Llamapallec de Chiclayo (que tienen un famoso grupo de bailes regionales) en el que dejan en claro que esta debe ser ejecutada con trajes con colgantes metálicos (a diferencia de los de la boda). Puede consultarse aquí. Su página web es: https://llampallec.com
- Uno de los más activos grupos de danza de Trujillo es Minchanzaman de la Universidad Nacional de Trujillo. Copio un enlace a su página de Facebook. https://www.facebook.com/UNTMinchanzaman/ que también tienen una versión (con vestuarios "metálicos") de la danza de la soga.
Las culturas del Antiguo Perú son fascinantes, como la Moche que fue escogida por la hija de Alfredo Barnechea como temátíca de su boda. Muy bien, pero lo chocante de la escenificación fue que se hizo en una vía pública al paso de lod noviod. Debió ser en el salon
ResponderEliminarGracias por el artículo es un gran aporte. Esperemos que con el tiempo la comunicación mejore en la sociedad y valoremos más nuestra cultura.
ResponderEliminarLos moches también son una de mis obsesión por eso escribí la novela de aventura "Ianchaak un viaje al reino de los moches"
ResponderEliminarobsesiones
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarformacionakashicos.online
ResponderEliminarDescubrir de dónde provenimos suele ser el comienzo de la exploración en los registros akáshicos. En este viaje, buscamos respuestas y revelaciones que nos orienten hacia un mayor entendimiento y crecimiento espiritual.
¿Estás listo para buscar tus registros?
ansarataladros.com Las demoliciones o excavaciones deben ser llevadas a cabo por especialistas, quienes, al utilizar herramientas profesionales, garantizan la seguridad, precisión y eficiencia necesarias para evitar accidentes y problemas durante el proceso.
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