La caída del Inca
Ocurrió hace exactamente 487 años.
Aunque algo polémicos,
tenemos los testimonios de seis testigos presenciales de los hechos.
Otras ocho personas escribieron sobre los mismos acontecimientos luego
de entrevistar a quienes participaron en ellos. Pero, a pesar de tal
cantidad de informaciones (casi todas hispánicas), aún hay aspectos
contradictorios, oscuros y desconocidos de lo que ocurrió esa tarde en
Cajamarca. En algunos testimonios se nota la exageración de la
propaganda. En otros, la omisión inexplicable de detalles que podrían
resultar esclarecedores. Los historiadores llevan casi cinco siglos
discutiendo cómo pudo pasar lo que pasó. Pero también hay varios
consensos:
1. Atahualpa estaba acampando con su ejército en
Pultumarca, en el Valle de Cajamarca. Solo estaba de paso, haciendo una
escala en su marcha hacia el Cusco, la capital del imperio que todavía
estaba en manos de sus rivales huascaristas. Esperaba derrotarlos en las
siguientes semanas. Era un líder victorioso: Venía de ganar batallas
importantes.
2. Fue visitado en su campamento por Hernando
Pizarro (hermano de Francisco) y Hernando de Soto quienes le pidieron, a
su vez, devolverles la visita. Los españoles estaban refugiados en la
cercana llacta de Cajamarca. El inca no se mostró impresionado por las
piruetas que de Soto hizo con su caballo, intentado sorprenderlo. Aceptó
la invitación.
3. Al día siguiente, 16 de noviembre, acudió al
encuentro de la manera más ostentosa que pudo y sin ninguna precaución,
confiado y arropado por un gran séquito de cortesanos. Su actitud
(¿arrogancia?, ¿ingenuidad?, ¿simple ignorancia de las formas de la
guerra occidental?) le costó muy caro. No previó una emboscada. La
prueba de ello es que su general Rumiñahui permaneció acantonado con el
grueso de sus tropas en las afueras de la ciudad. El Inca debió creer
que su superioridad numérica y el esplendor de su séquito eran
suficientemente disuasivos. Según Titu Cusi Yupanqui (cuya crónica es la
única versión andina de estos hechos escrita durante 40 años
siguientes) los acompañantes del Inca no llevaban armas de guerra sino
solo cuchillos de mano para sacrificios. Las crónicas españolas
describen a los acompañantes de Atahualpa en términos muy distintos a
como describieron el ejército que vieron los Hernandos en la víspera.
Hablan de una multitud ruidosa, aparatosa, ceremonial. Salvo una posible
guardia personal, parece que el Inca ingresa a la plaza sin una fuerza
militar.
4. La plaza, de trazo trapezoidal, no era un terreno
abierto sino cercado por sus cuatro costados y solo tenía algunas
puertas de acceso. El inca la encontró "vacía" pues los castellanos
estaban ocultos dentro de las kallanakas (edificios alargados de varias
puertas) que rodeaban la plaza, ya montados sobre sus caballos. Solo
salieron a recibirlo el sacerdote Vicente de Valverde y uno de sus
intérpretes (Martinillo de Poechos). El cura le hizo al inca "el
requerimiento", un legalismo español en el que le pedía que se someta al
dios cristiano. En el intercambio de palabras, marcado por la
incomprensión cultural, el inca rechazó un breviario (y no una biblia,
como suele decirse) que el religioso llevaba. Valverde, asustado, corrió
hacia las kallanakas, dando voces.
5. En ese momento sonaron
disparos y salieron los jinetes ocultos, repartiendo lanzazos y
mandobles a los andinos, mientras el cañón de Pedro de Candia, hacía
retumbar la plaza. Todas esas cosas (jinetes embistiendo, armas de fuego
resonando y un comportamiento incomprensible para los andinos,
acostumbrados a la diplomacia ritual) resultaban nuevas e inesperadas
para los ocupantes en la plaza que, de manera instintiva, dudaron y
retrocedieron. Los caballos llegaron hasta el inca sin resistencia y lo
derribaron.
6. En ese momento se produjo la estampida. Cajamarca
era una plaza cercada y los hombres que huían se apiñaron contra los
muros y en su mayoría murieron aplastados (como suele ocurrir hasta hoy
con las multitudes que huyen en espacios cerrados). Los españoles se
sorprendieron de la escasa resistencia de esos hombres y repartieron
sablazos a placer. Fue una masacre. El inca fue tomado prisionero.
El acontecimiento rompió el aura de "invencibilidad" que durante cien
años (desde la mítica victoria ante los chancas) habían tenido los incas
en Sudamérica Occidental. Al oír de la hazaña de los recién llegados,
curacas de diferentes naciones andinas, que luchaban por su
independencia del Cusco, acudieron a Cajamarca a ofrecerle tropas y
amistad a los castellanos. El nuevo ejército andino-español se tomaría
todavía dos años más en tomar la capital del imperio herido. Y otros dos
más (hasta 1536) para vencer la resistencia organizada en los
alrededores del Cusco. Pero solo en 1572, es decir, cuarenta años
después de la captura de Atahualpa, acabaría la guerra con la ejecución
del último inca de Vilcabamba. Para entonces el Tahuantinsuyo ya tenía
otro nombre, otra forma de organización y otros dueños.
Pablo Ignacio Chacón
ww.antiguoperu.com
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