Las cuatro manos de Kotosh

 

El sitio era acogedor, la gente de los alrededores, amable; no hacía mucho frío y el río Higueras (al pie de las excavación) tenía agua transparente. Seiichi Izumi pensaba que, en esas circunstancias, el rígido horario de trabajo que había ordenado para el grupo de arqueólogos que dirigía, se cumpliría sin inconvenientes. Le interesaba mucho que su equipo sea productivo. Solo iban a estar dos meses en el Perú y quería usar ese tiempo para hacer una cronología completa de los Andes Centrales en un sitio que nunca había sido excavado sistemáticamente (aunque Tello había hecho prospecciones ahí) en el viejo montículo de Kotosh.

Pero ya desde el segundo día Izumi entiende que su misión enfrenta dos enemigos invencibles: El primero, el fuerte viento del este. Izumi incluso le pone un nombre: "El servicio regular" porque es extraordinariamente puntual: Todos los días arrancaba a medio día en oleadas sucesivas, derribando los trípodes, descomponiendo los montones de tierra excavada y lanzándola por los aires (y contra los ojos de sus arqueólogos) y desarmando los papeles y los cuadernos. Junto al viento, los mosquitos. Aunque molestaban a toda hora, se volvían especialmente agresivos al medio día. Los miembros de su equipo, todos japoneses, sienten el impacto. Izumi decide cambiar la rutina. Excavarán de corrido desde las 6 de la mañana hasta las 12 del día, tratando de concentrar en 6 horas diarias el esfuerzo que, de otro modo, harían en 8. El resto de la jornada, lo dedicarán a registrar sus hallazgos, tener reuniones de trabajo, alimentarse bien y consumir sus bien surtidas existencias de whisky japonés.

Es así como recuerda Yoshio Onuki (entonces un jovencísimo antropólogo) la primera alteración de la rutina diaria de la Expedición Científica de la Universidad de Tokio de 1960 que trabajó en Kotosh, cerca de la ciudad de Huánuco en la sierra central peruana, en un valle rodeado de altas montañas que desaguaba en el Río Huallaga, vía que desde hacía milenios conectaba la cordillera de los Andes con la llanura amazónica.  Vendrían luego más eventos inesperados. Bajo tierra.

En las semanas siguientes, Izumi y su equipo encontrarán cerámica de "tipo Chavín" bajo el montículo de Kotosh y, lo que es más extraño todavía, cerámica anterior a la época Chavín. Ese será el primer hito notable de su trabajo pues, hasta entonces, no se habían documentado objetos de arcilla cocida en la sierra peruana que fueran más antiguos que los de estilo Chavín, que eran considerados no solo representantes de la cultura más antigua del Perú sino el verdadero inicio de la civilización de los Andes Centrales. Izumi y su equipo cambiarían ese paradigma.

 

Una de las piezas de cerámica más antiguas de Kotosh (Fase Kotosh-Wairajirca, alrededor del 1000 a.C.). Imagen: Ministerio de Cultura

 

Sorpresas bajo tierra

Los arqueólogos japonenes hicieron cálculos en función del grosor de los estratos de tierra y concluyeron que esa cerámica debía haber sido hecha entre los años 1500 o 1000 antes de Cristo. Luego se toparon con los restos de una gran estructura de piedra, aún más antigua, de forma cuadrangular y con hornacinas en los muros que fue cuidadosamente sepultada en una época remota. Entre la tierra y las piedras que constituían ese relleno, no encontraron nada de cerámica. El piso y los muros estaban cuidadosamente enlucidos con una pasta de tierra crema. Todo esto era también algo nuevo, casi revolucionario para lo que se sabía entonces del Antiguo Perú: ¿Arquitectura compleja de una época en la que todavía no se usaba la cerámica? ¿Cómo era posible? Hasta entonces se creía que solo las sociedades agrícolas estables que ya hubieran desarrollado la cerámica podían ser capaces de erigir monumentos importantes.

Pero la mayor sorpresa de todas apareció el 21 de setiembre de 1960. Debajo de una de las hornacinas de los muros y de una capa de arena había un relieve que sobresalía de la pared y que figuraba dos antebrazos cruzados. A diferencia del intrincado y casi barroco arte de Chavín, esta escultura era sencilla y naturalista. Izumi y su equipo calcularon que el edificio y el relieve tenían una antiguedad de, por lo menos, 4000 años (Es decir, 1000 años antes de la época Chavín). A juzgar por el tipo de edificación (de contornos regulares, con un fogón central, hornacinas, esculturas, capas de ceniza uniformememente regadas por el piso, entierro cuidadoso y ninguna huella de que se hayan desarrollado actividades domésticas dentro) la misión japonesa consideró que habían encontrado un edificio religioso. O, dicho de otro modo, el templo más antiguo, no solo del Perú, sino del continente americano. 


 

Aquí tengo que hacer un necesario paréntensis: Han pasado casi exactamente 60 años de estos hechos y el panorama del pasado peruano ha cambiado mucho desde entonces. Los templos más antiguos que se conocen hoy son muy anteriores al que Izumi encontró en Kotosh (Sólo Sechín Bajo tiene 5600 años). Pero lo que ocurrió en ese montículo huanuqueño fue muy importante porque remeció todo lo que se sabía hasta entonces sobre el origen de la civilización andina.

Las manos perdidas

El senacional hallazgo de Kotosh causó cierto revuelo en la cercana ciudad de Huánuco (y uno mayor en la comunidad arqueológica). Los huanuqueños le pidieron a los arqueólogos japoneses que dejaran visibles sus hallazgos para poder visitarlos pero Izumi recomendó paciencia y prudencia: La escultura y los enlucidos eran de barro, estaba por empezar la temporada de lluvias, el lugar no tenía un buen drenaje... Dejar expuestas las ruinas sería condenarlas. Lo mejor, por ahora, sería tapar toda la estructura con tierra hasta la siguiente temporada de excavaciones, proyectada para 1963. Para entonces se comprometían a terminar de excavar el templo y hacer lo necesario para que el sitio no se vea maltratado por los elementos naturales. La escultora Nobuko Yamaguachi tomó un molde exacto del relieve para poder hacer una réplica de lo que ya desde entonces se conocía como el relieve de "las manos cruzadas". Y luego, todo fue cubierto con arena y de tierra. 

Dos años pasaron. La universidad de Tokio envió una nueva expedición. Había expectativa en Kotosh. Pero en el momento de iniciarse los trabajos, se encontró que las manos cruzadas estaban destruidas. Aparentemente alguien había excavado sin autorización en el lugar y había hecho que el relieve peruano más antiguo conocido desapareciera. Nunca se conocerían ni los detalles ni los motivos de esa tragedia arqueológica.

Pese a la desazón, Izumi y su equipo continuaron con el objetivo de establecer la cronología completa del templo y terminar de destaparlo todo. Y entonces, en otro evento inesperado, encontraron un segundo par de manos cruzadas, en la misma pared y en simetría con el relieve perdido. Había un detalle curioso: La posición de las manos era exactamente opuesta a la de la primera escultura. En una se mostraba el antebrazo derecho sobre el izquierdo y, en el otro, era el derecho sobre el izquierdo.

 


 

Esta vez no correrían riesgos. Izumi hizo consultas com las autoridades de Lima para que autorizaran la extracción de la delicada pieza para poder conservarla en un lugar seguro. Los arqueólogos cortaron el barro en torno al relieve, lo pusieron en una caja y lo guardaron en Huánuco, mientras se terminaban de hacer las coordinaciones para su traslado a Lima. Pero hubo suspicacia. Un ciudadano de Huánuco notó que faltaba la nueva escutura en el templo y denunció la supuesta destrucción del mismo  ante la policía de la ciudad. Hubo un escándalo y corrió una supuesta noticia: "Los japoneses quieren llevarse las manos cruzadas a su país". Aunque Luis E. Valcárcel (entonces director del Museo Nacional de Arqueología de Lima) había dado el visto bueno para la operación de traslado a la capital, la población se resistió al supuesto despojo. Se celebró una tensa reunión. Yoshio Onuki cuenta así lo que pasó:

Se celebró la reunión en un cuarto de la municipalidad lleno de gente (algo de 100 personas). La decisión de retirar el relieve para evitar su pérdida, como en el caso del primer relieve, no tuvo opositores. Pero la opinión unánime fue que no se nos permitiría sacarlo de Huánuco. Entonces propusimos una condición: Que los ciudadanos guardaran la pieza con toda la seguridad posible, en una caja que se cierre delante de todos, y que no se abra la caja hasta que volviéramos en 1966 para restaurarla. La población estuvo de acuerdo. Y de repente alguien exclamó: “apreciamos y agradecemos a Izumi por este gran descubrimiento, ¡Viva el Samurai Izumi!”. Todos aplaudieron. Con tranquilidad después, se hizo el papeleo y se selló la caja en presencia del director del Colegio Nacional de Huánuco y otras personalidades de la ciudad y nosotros firmamos. El director prometió custodiarlo en el museo del colegio sin que nadie tocara ni abriera la caja.


El templo superpuesto

Antes de contar el desenlace de esta historia (es decir, lo que pasó con la caja que resguardaba el segundo relieve) hay que mencionar la parte menos anecdótica y más importante del trabajo arqueológico de 1963. A la hora de liberar el resto del templo de las manos cruzadas, los arqueólogos descubrieron que, sobre la parte que aún no habían excavado, estaba la mitad de la estructura de un templo posterior. Es decir, la misma gente que utilizó el Templo de las Manos Cruzadas hacía 4000 años, lo enterró. Pero no para olvidarse de él, sino para construir encima un recinto nuevo que cumpliera funciones similares. Una remodelación.

Vista del Templo de las manos cruzadas luego de ser completamente liberado en 1963.

 

El templo más antiguo tenía una estructura general que el segundo templo respetaba. Es decir, tenía dos niveles concéntricos (un piso inferior, más pequeño, y un piso superior, que lo rodeaba como si fuera un zócalo muy ancho), un fogón en el centro (ventilado por un ducto subterráneo) hornacinas o nichos en los muros y una sola puerta. El segundo templo era esencialmente similar salvo por el hecho de que tenía muchas perforaciones rectangulares a lo largo de la pared interna del piso superior. Por eso fue bautizado como Templo de los Nichitos.  


 

Lo que resulta más interesante de todo es que, antes de hacer la remodelación, el templo de las manos cruzadas fue cuidadosamente enterrado, como si se tratara de un difunto al que se le rinden honores fúnebres. El piso interno/inferior se dejó en su sitio, cubierto de una capa uniforme de cenizas. Sobre ella se colocó un relleno de tierra y piedras. Pero lo más curioso es que, en la parte correspondiente a los relieves de las manos cruzadas, no se colocó directamente el relleno de piedras y tierra sino una capa de arena fina, como para distribuir uniformemente la carga y evitar que el peso del relleno arruinara las esculturas. Es decir: Hubo una clara intención de preservar las manos cruzadas aunque nunca más nadie volviera a verlas. Esto permite inferir que el nuevo templo no "reemplazaba" completamente al anterior en la imaginación de los kotoshinos sino que era, de alguna manera, una continuidad del antiguo templo. ¿Una forma de honrar el pasado? ¿De simbolizar la continuidad de una vieja tradición? 

La Tradición Mito

Estructuras de arquitectura similar a la de estos dos templos han sido hallados en otras zonas de la sierra y de la costa central del Perú. El patrón es, más o menos, el mismo: Recintos con dos niveles concéntricos de piso, fogón central, una sola entrada. Es lo que se conoce como Tradición Mito que se desarrolló en diferentes regiones entre los años 2500 y 1500 a.C. (aunque hay evidencias de continuidad incluso hasta épocas más recientes, como lo demostraría una estructura mito hallada en Chavín de Huántar). En los casos más notables (como en La Galgada en Ancash o Sillacoto dentro de la misma ciudad de Huánuco ) el patrón repite incluso los nichos en las paredes. En otros, faltan o se agregan algunas características. En El Paraíso (Lima), por ejemplo, el ingreso es lateral y las dimensiones generales del recinto son inferiores, aunque hay ducto subterráneo, fogón central y los dos niveles. Incluso en Caral se ha identificado una estructura que tiene el mismo mecanismo de avivamiento del fuego (bautizado con el pomposo nombre de "altar del fuego sagrado") aunque las dimensiones son mucho más restringidas y la planta es circular. El origen de este tipo de estructuras y su significado todavía es misterioso.


 

En el caso específico de Kotosh, no hay huellas de que los templos mito (el de las manos cruzadas, el de los nichitos o el templo blanco, del que hablaremos después) hayan estado rodeados de una gran población (o, si lo estuvieron, puede que hayan vivido en casas de materiales que no se conservaron). Pero los antiguos basurales de Kotosh nos pueden dar una idea de quiénes usaban estás estructuras. Sabemos, por ejemplo, que los kotoshinos del período Mito practicaban la caza puesto que se han encontrado abundantes restos de venado (constituyen hasta el 65% de los huesos animales de los basurales) y muchas puntas de lanzas. Pero no eran simplemente cazadores pues también criaban cuyes (25% de los restos animales) y cultivaban frejoles y paltas. No usaban cerámica (una tecnología que aparecería en la zona posteriormente) pero sí fabricaban estatuillas de barro crudo. Se han encontrado también restos de intrumentos musicales de hueso (similares a las flatuas de Caral). Una de las hipótesis más comunes es que en estos edificios se reunían grupos de personas en fechas específicas del calendario, provenientes de una o varias comunidades rurales de la región, con fines sociales o rituales. Hay consenso en que en los fogones se quemaban ofrendas y que no se usaba para cocinar. 

Pero, ¿qué pasó con el relieve sobreviviente? 

Ah, cierto. Pues... A ver. Pasaron pasaron dos años y medio e Izumi, Onuki y los demás regresaron al Perú. Fueron a ver al guardián de las manos en el colegio, abrieron la caja y comprobaron que todo estaba en orden. Tsugio Matsuzawa, miembro del equipo, se abocó a la restuaración de la pieza mientras sus colegas volvían a Kotosh para seguir trabajando. Los arqueólogos excavarían otros sectores del yacimiento y descubrirían al menos tres estructuras similares en los alrededores del ya famoso templo y de la misma época (Tradición Mito). Algo que quedó claro es que muchos edificios funcionaron simultáneamente. Es decir, el templo era en realidad un conjunto de recintos. Entre los "nuevos" edificios descubiertos había uno más antiguo que el Templo de las manos cruzadas. Lo llamaron Templo Blanco. En sus nichos encontraron algunas curiosas figuras humanas de barro crudo que guardan cierta semejanza con las que se han conservado en los sitios contemporáneos de la Costa Norcentral del Perú (como Vichama, Áspero o Caral). Uno de ellos incluso se había solidificado aunque no intencionalmente, producto del contacto con el fuego. Aparentemente estos pequeños "muñecos" de barro eran colocados cerca del fogón. ¿Ofrendas?

Estatuillas de barro crudo encontradas en el llamado Templo Blanco en 1966. Imagen tomada de Onuki, 2014

 

 

Mientras tanto, en Huánuco, la restauración de las manos sobrevivientes finalizaba. Se hizo una presentación "en sociedad" del relieve reparado y, en un acto presidido por el alcalde en la Plaza de Armas, repleta y bulliciosa (pues había varias bandas de música tocando), se entregó formalmente la reliquia a la ciudad.

Pero en los años 80 las manos, que por ser tan frágiles se deterioraban con facilidad, fueron traídas a Lima para una nueva restauración. La violencia política que asoló al país durante la escalada terrorista, dificultó el retorno de la pieza que desde entonces se conserva en el Museo Nacional de Arqueología Antropología e Historia del Perú. No son pocas las voces que consideran de que ya es hora de que el relieve vuelva a su pueblo de origen. Podría colocarse, por ejemplo, en el pequeño museo de sitio de Kotosh (en donde se exhibe una réplica) junto a las ruinas que, parcialmente restauradas, siguen siendo un destino popular entre los turistas que visitan Huánuco. Pero también podría colocarse en la misma ciudad, en las vitrinas del Museo Regional.


Pero la arqueología no ha terminado en Kotosh. Yoshio Onuki cree que un montículo -que ya estaba destruido por los huaqueros cuando ellos llegaron en los 60s- pudo contener los restos de un templo aún más grande. Hay sectores que aún no han sido excavados y en donde, quizá, se esconden restos más antiguos. Porque hay un detalle en esta historia que todavía no está claro. Y es que no se han encontrado ocupaciones anteriores a las del Templo Blanco. Y este es un edificio demasiado elaborado como para haber sido el primero en su tipo. ¿Dónde están sus atencedentes? ¿Existe una arquitectura ceremonial "pre-mito"? ¿Quiénes la crearon? ¿También fue una sociedad agrícola o solo eran cazadores? Mientras más sabemos, más preguntas. 

Aunque la cerámica local (posterior a la época de los templos de la Tradición Mito) sigue manteniéndose entre las más antiguas de la historia peruana, el Templo de las Manos Cruzadas (hoy abierto al turismo y en donde hay dos réplicas de las manos originales) ha perdido el récord que ostentó en los tiempos de las expediciones japonesas. Pero se ha convertido en un sólido símbolo regional y en un recuerdo, no solo de las buenas relaciones entre la colaboración peruana-japonesa, sino de un momento muy importante en la historia de arqueología peruana. 

 

Pablo Ignacio Chacón, 2020

 

Bibliografía y otras fuentes

  • Kaulicke, Peter: Memoria y temporalidad en el Período Formativo centroandino. En: El Centro Ceremonial Andino: Nuevas Perspectivas para los Períodos Arcaico y Formativo, 2014. Editado por Yuji Seki
  • Montoya, María: Arquitectura de la «Tradición Mito» en el valle medio del Santa: sitio «El Silencio»
    (https://journals.openedition.org/bifea/3795)
  • Onuki, Yoshio: El Período arcaico en Huánuco y el concepto del arcaico. En: Boletín de Arqueología PUCP No. 3 , 1999, pp. 325-333
  • Onuki, Yoshio: "Una reconsideracion de la fase Kotosh Mito". Senri Ethnological Studies. 2014
  • Onuki, Yoshio: "Las excavaciones de Kotosh a través de la memoria personal". EN : Perspectivas latinoamericanas, Universidad de Naz Zan. No. 13. 2016. Nota: El extracto citado pertenece a este texto y me he permitido corregir la redacción (que era producto de una traducción defectuosa del japonés al castellano)
  • He utilizado además imágenes tomadas por teceros del trabajo de Izumi y Terada de 1970 (Andes 4: The excavations of Kotosh). Así mismo he usado imágenes del recorrido 3D del Museo de Sitio de Kotosh (que puedes chequear aquí). Aunque no lo he usado, recomiendo mirar un video 360 modelado en 3D del Templo de las manos cruzadas del Ministerio de Cultura (Ver  aquí ).


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