Chankillo, nuevo patrimonio mundial

La agenda de la reunión número 44 del Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco es la más abultada de la historia. Delegados de todos los continentes reunidos en la ciudad de Fuzhou (Fujian, China) no solo deben atender los asuntos pendientes de este año, sino los que debieron haber atendido el 2020. Pero ya saben lo que pasó: como casi todos los eventos culturales y deportivos del planeta, el cónclave anterior se postergó por la pandemia y se fusionó con el actual. Estas reuniones, realizadas una vez por año, tienen como plato fuerte, la aprobación o denegatoria de las postulaciones de sitios únicos y extraordinarios (los naturales, por un lado, y los creados por la mano del hombre, por el otro) que merecen ser resaltados, recordados, cuidados e investigados. Si aprueban pasan a formar parte del Patrimonio de la Humanidad. 

En la lista de espera estaba el Complejo Arqueoastronómico de Chankillo, construido hace casi 23 siglos en la costa norcentral del Perú. El largo camino hacia su postulación había comenzado en 2013 (aunque la propuesta oficial se presentó en 2019). ¿Y por qué ha tardado tanto? Pues... porque los requisitos son arduos.

Para pertenecer a la lista uno tiene que hacer muchos méritos. Los países no solo deben darles a sus candidatos protección legal y física sino inventariar al detalle lo que cada sitio contiene, sustentar la forma en que se administrarán estos lugares en los próximos años y dotarlos de condiciones para que, en el caso de ser explotados económicamente (vía el turismo) se garantice su conservación sin descuidar su investigación. Y, por supuesto, tienen que demostrar por qué su candidato es único e invaluable. Así, gracias a las entidades nacionales y extranjeras que han trabajado en el sitio para ponerlo en valor y costear los gastos de esos trabajos, el Perú armó una candidatura robusta que fue, finalmente, admitida hoy, elevando a 13 la lista de sitios del patrimonio de la humanidad que posee el país (11 de los cuales tienen un componente cultural, de los que 9, con Chankillo, fueron construidos en tiempos precolombinos). Pero bueno, ¿qué hay en este lugar para que sea tan extraordinario? A eso vamos...

Ubicación y antigüedad

 


Primero que nada, ubiquémonos. Las estructuras de Chankillo están en una sucesión de colinas pedregosas y pequeñas llanuras del desierto costero del Perú, muy cerca del valle-oasis formado por el río Casma (San Rafael, Ancash), entre cuyos campos de cultivo vivieron, probablemente, los constructores de estos monumentos. El complejo se encuentra a 14 km del Pacífico.

Los edificios de piedra se distribuyen a lo largo de 4 km2. Gracias al análisis de la madera conservada de algunas vigas (de madera de algarrobo) y de semillas, se ha determinado que fueron construidos aldededor del año 250 antes de nuestra era por una sociedad agraria y guerrera, aún poco comprendida, pues pertenece a un periodo complicado para los investigadores del pasado de la región norcentral peruana, pues no se ha rastreado una cultura arqueológica dominante para ese momento de la historia, como sí ocurrió en la época previa (con Chavín, Cupisnique y pueblos de cultura material semejante) o en la época posterior (con Virú y Moche). Y solo eso ya es parte de su excepcionalidad: A pesar de la destrucción y los siglos, los fundamentos de su arquitectura se han conservado bien, lo que lo convierten en un testimonio único del mundo andino de su tiempo. Pero, claro, hay mucho más...

Dominio total

La estructura más grande es el llamado templo fortificado, ubicado en la zona más alta del sitio arqueológico. Desde ahí se domina la vista de una amplia porción del valle y de prácticamente todos los otros edificios de Chankillo. Aunque su ubicación es preeminente y su arquitectura es la más elaborada de todas las del sitio arqueológico, su función no está del todo clara, lo que ha ocasionado interesantes debates entre los investigadores.


Y es que, a primera vista, sus tres murallas concéntricas (incluyendo una externa de 8 metros de alto y 6 de ancho)  y sus estrechas puertas de ingreso (cuyos pasadizos se doblan en ángulos rectos, como para que no sea fácil ingresar) sugieren, a primera vista, que el edificio fue diseñado para resistir un ataque desde el exterior. Por esta razón se le sigue conociendo como "fortaleza". Pero su lejanía de los poblados, su ausencia de depósitos de alimentos o de agua y su "exceso de puertas", no parecen las "condiciones ideales" para resistir un asedio, al menos desde la lógica de la guerra del Viejo Mundo (hay mucho que todavía no sabemos sobre la guerra en los Andes antiguos). Estos aspectos han sido resaltados por arqueólogos como Rosa Fung, Christoph Makowski y Teresa y John Topic. Estos útimos han mencionado que en Chankillo falta un elemento clave de las fortificaciones andinas de la época: los parapetos, esto es, muros bajos en la cara exterior de los muros principales desde donde los defensores podrían arremeter (a hondazo limpio) contra sus agresores. Iván Ghezzi, en cambio, cree que, si se analiza los grandes sectores de muros que se han derruido hacia afuera del edificio y no solo los núcleos de estos (que han resistido mejor el paso del tiempo), sí podría inferirse la existencia de estas estructuras defensivas. 


Detrás de las murallas hay tres edificios centrales. Dos de ellos son virtualmente idénticos. Se trata de construcciones circulares (que, a su vez, contienen otro muro circular dentro), también con accesos en ángulos rectos. Son los "torreones". No se sabe cómo estuvieron techados pero sí que tenían un recubrimiento exterior de pintura blanca (los muros de piedra estaban enlucidos de barro pintado).

Junto a este par, hay otro edificio, algo más grande, conocido como "edificio de los pilares". Para ingresar a él había que subir por una de las dos escaleras que tenía en su frontis, lo que recuerda la arquitectura de centros ceremoniales de la época. En el interior hay estructuras rectangulares, cuyos techos ligeros fueron sostenidos por pilares cuadrados que tenían nichos decorados con perforaciones escalonadas. En los muros de este lugar hubo relieves de barro (de los que solo quedan escasos fragmentos) y pinturas con diseños complejos. Hay un friso que se ha conservado, que muestra una figura de rostros y extremidades entrelazados. Todas estas características parecen estar más relacionadas con actividades rituales que con los usos de la guerra.


Pero hay un dato, no menor, que podría vincular un poco el carácter aparentemente contradictorio de este lugar. Y es que este "templo" no fue "cuidadosamente enterrado" luego de que sus últimos ocupantes lo dejaron, como solía ocurrir con la mayoría de estructuras ceremoniales halladas por los arqueólogos la costa norcentral del Perú. Todo lo contrario: fue destruido intencionalmente. ¿por sus enemigos, producto de un ataque que la "fortaleza" fue incapaz de contener? ¿o en un evento político particular, por obra de sus mismos administradores? No lo sabemos. Entonces ¿fortaleza o  templo? Quizá ambas funciones (defensiva y ceremonial) no eran excluyentes, dentro del modo de ver el mundo de los que pasaron parte de su vida aquí. Ciertos tipos de "guerra ritualizada" (sometida a estrictas normas que no podían saltarse) podrían ser una explicación. El asunto, por ahora, está lejos de ser claro.

El alineamiento central

Pero las construcciones más famosas de Chankillo están a casi un kilómetro de ahí, hacia el este, sobre una cresta rocosa que, a la distancia, parece el lomo de un dinosaurio. Son las llamadas 13 torres. Se trata de estructuras macizas (de piedra canteada y mortero de barro) de entre 2 y 6 metros de alto, dispuestas en una hilera (recta en su mayor parte) y ubicadas, prácticamente, a la misma distancia las unas de las otras. Cada una de estas torres tiene dos escaleras embutidas, una en su lado norte y otra en su lado sur, lo que hace evidente que se realizaban actividades en las plataformas superiores. No sabemos en qué consistían. Pero sí sabemos es para qué servía este alineamiento... 

 


Vistas a la distancia, las torres forman un "horizonte artificial" que permite marcar la ubicación de la salida del sol en fecha específicas, como una regla gigantesca. Un calendario. Esta no es una teoría caprichosa, sino un hecho. A ambos lados de la colina, abajo, existen varios conjuntos de estructuras. En las dos hay un punto, claramente especial y bien marcado (habitaciones con un muro abierto hacia las torres) desde donde el observador puede observar la salida y la puesta del sol. No es casualidad que el día de los equinoccios (es decir, el inicio del otoño y de la primavera, en marzo y setiembre, respectivamente) el sol, visto desde el "observatorio" oeste, salga justo en medio de las torres centrales. Y que lo propio ocurra con la puesta del sol, vista desde el observatorio este. Y pasa algo similar con los solsticios (siempre en los extremos de la línea de torres) y en muchas otras fechas que debieron ser importantes para los que venían hasta aquí a observar los movimientos del astro. 





Pero para marcar fechas con el sol bastaría colocar una hilera de postes. ¿Por qué gastar tantos recursos humanos en elaborar torres de piedra? Es evidente que detrás de la construcción del calendario había objetivos adicionales a los meramente astronómicos. Quizá la clave esté en la marcada diferencia que existe entre los conjuntos de edificios que hay a ambos lados de las torres.

Así, los del este son amplios, incluyen una enorme plaza pública y un complejo arquitectónico (conocido como centro adminsitrativo) en donde los arqueólogos han encontrado indicios de que se realizaron banquetes  y eventos multitudinarios. Es decir: En el lado este de Chankillo se reunían grandes grupos de personas para asistir a eventos sociales que quizá tenían su "momento culminante" al caer el sol, que es cuando se veían los "ingresos" del astro entre las "muescas" de las torres. Eventos que, según podemos inferir, ocurían en las fechas ahí marcadas que debieron ser importantes. .

Del otro lado de las torres, en cambio, hay edificios e otro tipo, más pequeños y restringidos. Ahí los investigadores encontraron fragmentos de cerámica que formaban parte de vasijas en donde había representaciones escultóricas de guerreros y músicos con elaborados gorros y accesorios (incluyendo narigueras), armas, escudos e instrumentos musicales. Según la hipótesis de Ghezzi y Ruggles la hilera de torres podría servir, así, no solo como un calendario sino como una división de clases. Una muy exclusivo (acaso una élite guerrera) y otra más "popular".



En cualquier caso queda, todavía, mucho por investigar aquí. La mayor parte de este inmenso sitio no ha sido excavado todavía. Y la relación de su sociedad con otras culturas andinas de la época tampoco ha sido suficientenmente explorada. El reconocimiento de la Unesco podría ayudar a impulsar investigaciones más profundas en Chankillo, al mismo tiempo que nos alienta para conservarlo y valorarlo más.

Fuentes: 

  • Ghezzi & Ruggles (2006). "Las trece torres de Chankillo: Arqueoastronomía y organización social en el primer observatorio solar de América" Boletín de Arqueología PUCP No. 10.
  • Ghezzi, Ivan. (2006). Religious Warfare at Chankillo. 10.1007/0-387-28940-2_4. (disponible en: https://www.researchgate.net/publication/227033146_Religious_Warfare_at_Chankillo). 
  • Aguilar, Diego (2013).  "...Chankillo: informe gráfico”
  • Web del Proyecto Chankillo de la World Monuments Fund: https://www.wmf.org/project/chankillo
  • Sitio web del patrimonio mundial del Perú: https://patrimoniomundial.cultura.pe/sitiosdelpatrimoniomundial

 

Pablo Ignacio Chacón, 2021
(@pablohistorias)

 



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