De zorros y dioses

En estos días se ha hablado mucho de un zorrito perdido en el caos de la capital peruana. Se diseñaron memes, se contaron chistes y se inventaron cuentos sobre él. No es algo nuevo: Hablar de zorros metidos en problemas también era frecuente en el Antiguo Perú. 

Diseño de zorro tomado de una pieza de cerámica nazca (100 a.C. - 800 d.C.)

 
El zorro (Pseudalopes culpaeus o Lycalopex culpaeus) siempre ha estado presente en la visión del mundo de los pastores andinos. Sigiloso y cauto, es hábil para capturar cuyes y atacar a las crías de las llamas y las alpacas. De ahí que, en los viejos mitos, siempre aparezca como un personaje pendenciero y profanador. Pero, aunque es considerado un intruso en el mundo de los humanos, no se propone su exterminio. Mientras el zorro esté en "donde pertenece" (las punas y los páramos), todo bien. Así, para los pastores aymaras del sur peruano y norte de Bolivia y de Chile, es el "perro de los mallkus", es decir, la mascota de los espíritus de la montañas; o, también, "perro de los gentiles", o sea, de los antepasados no cristianos cuyos huesos aún se conservan en las chullpas y los sepulcros antiguos, que protege por las noches de esa plaga moderna que son los saquadores de tumbas. Lo de perro es una etiqueta popular y afectuosa, pero, desgraciadamente, puede llegar a ser una maldición para algunos individuos. El famoso zorrito Run Run, que se ha visto deambular por entre las humildes casas de Comas y que ha sido la delicia de la prensa amarilla, fue vendido por 50 soles por unos traficantes de animales silvestres. Lo compró una familia bienintencionada que creía que era un perro. Se fueron dando cuenta de sus singularidades: creció rápido, nunca ladró, no obedecía a sus amos. Se sometía solo a sus instintos que lo volvieron agresivo, distante, cazador oportunista de gallinas y fugitivo.
 
 


El zorro en los mitos de la sierra central

 
Hace 400 años, siete décadas después de la caída de los incas, un hombre de la etnia checa, que vivía en lo que hoy es la serranía del departamento de Lima y cuya verdadera identidad es aún controvertida, recopiló los mitos de sus antepasados en el documento conocido como "Manuscrito quechua de Huarochirí". Fue divulgado por un extirpador de idolatrías, es decir, por un sacerdote que tenía la intención de conocer mejor las creencias de los pueblos originarios para poder destruirlas con mayor eficacia. Ironías de la historia: Gracias al intento de acabar con la mitología antgua es que ella llegó, al menos en parte, hasta nosotros. 




En el documento se cuenta que, en los viejos tiempos, una llama dejó de comer porque estaba muy triste. Ante la insistencia del pastor que la cuidaba y que quería obligarla a alimentarse, la llama le dijo que no tenía sentio hacerlo porque el mar estaba a punto de desbordarse e inundar el mundo. El hombre entendió lo que ocurría y huyó con sus animales y su familia hacia la cumbre de una montaña, en donde también se estaban reuniendo los animales silvestres que querían salvarse. El agua subió tanto que los sobrevivientes tuvieron que apretarse en la cima para no ahogarse. El zorro llegó tarde: no pudo hacer espacio para todo su cuerpo en la cumgre atestada y su cola quedó colgando ladera abajo, por lo que se empapó. Y es por eso —dice el mito— que la cola de este animal es más oscura que el resto de su cuerpo.


 
En el manuscrito de Huarochirí también se cuenta que el huaca (dios) Cuniraya Wiracocha, hacedor del mundo, se enamoró de la bella huaca Cavillaca. Ella había rechazado ya antes a todos los huacas que intentaron cortejarlo, pero en el caso de Cuniraya sintió un desprecio aún mayor, al verlo vestido con andrajos. Ella no sabía, claro, que esa era la forma en que disimulaba Cuniraya disimulaba su enorme poder. Sin desanimarse, el huaca se disfrazó de ave y vertió en secreto su semen sobre un árbol de lúcuma, a cuya sombra la mujer estaba tejiendo. Cayó al suelo una fruta y ella la comió, quedando embarazada en el acto. Pasó el tiempo y parió a una niña. Cavillaca convocó a todos los dioses a fin de averiguar cuál de ellos era el padre. Ante el silencio general, dejó a la bebé en el suelo y le dio la indicación de que se acercara a su progenitor. La niña gateó hasta donde estaba el andrajoso Cuniraya y le abrazó una pierna. Espantada por la revelación, la mujer recogió a la criatura y huyó sierra abajo, con rumbo a la costa. Entonces Cuniraya reveló su auténtica apariencia, mostrando sus espléndidos ropajes dorados, mientras le pedía a gritos a Cavillaca que la mire y se convenza de que él sí valía la pena. Pero ella no quiso voltear y siguió corriendo. Ofuscado, el dios decidió seguirla y partió a la carrera. En el camino se topó con varios animales a los que les iba preguntando por dónde se había ido Cavillaca, pues la distancia era grande y ya no la veía. Y entre los animales se encontró con el zorro, que le dijo que la mujer ya estaba muy lejos y que nunca la alcanzaría. Indignado por esa respuesta tan desalentadora, el hacedor lo maldijo: «los hombres te odiarán y, aunque te alejes de ellos, te perseguirán, te dirán 'infeliz', te matarán y pisarán tu cuero». Y esa es la razón por la que el zorro huye de los hombres y se refugia en los descampados. Pero el zorro había dicho la verdad: cuando Cuniraya llegó al mar (que desde entonces es enorme) Cavillaca y su hija ya estaban fuera de su alcance, pues se habían convertido en las dos islas de  Pachacamac.


Un tercer mito (el de Huatyacuri) incluye la conversación de dos zorros que conocen la causa de los males que aflijen a los poderosos. Y así... En resumen, la desdicha y la sabiduría parecen ser atributos mitológicos del zorro en las antiguas culturas de la sierra limeña. Pero no en otras regiones...

El zorro que subió al cielo


Entre los pastores del sur peruano aún se narra el mito del zorro celestial. Hay muchas versiones, pero intentaré resumir lo esencial [según Itier, 1997]. Va así: enterado de que había un gran banquete en el cielo, al que no había sido invitado, el zorro ruega al cóndor que lo leve. Este acepta, pero le advierte que debe portarse bien. Ya en el banquete, el zorro come sin medida y es descortés. Decepcionado de su amigo, el cóndor decide volver al mundo sin él. El zorro, al verse solo, se desespera. Entonces se le ocurre trenzar una soga para bajar. Mientras desciende, insulta a los loros que pasan por ahí. Estos se enfadan y picotean la cuerda. El zorro cae y se hace pedazos en el suelo (en algunas versiones riega sus excrementos), desparramando lo que comió. De esos fragmentos brotarían todas las plantas que los humanos cultivan. Fue así como el zorro trajo los bienes del cielo a la tierra y gracias a él existe ¡la agricultura! Pero pagó sus malacrianzas con la muerte.



Lo que verdaderamente me fascina de este mito (que ha sido recopilado en aymara y en quechua, desde el Perú hasta el norte/ de Argentina) es que podría haber una "verdad" escondida en él. Una que ya nada tiene que ver con la mitología sino con… ¡la astronomía! Y es que en los Andes antiguos se prestaba mucha atención a las llamadas "constelaciones oscuras", que no son otra cosa que acumulaciones de polvo interestelar que tapan parte de la Vía Láctea. Los antiguos peruanos quisieron ver ahí las siluetas de diferentes animales. Una de esas figuras es Atoq (zorro en quechua). Pues bien, en las semanas previas al solsticio de verano (diciembre), que es cuando empieza la temporada de lluvias en la sierra (de la que depende la agricultura), Atoq "se pone" en el punto opuesto del horizonte por donde saldrá el sol. Es decir: el zorro "cae" en los días en que empieza a llover (y en que comienzan a germinar los sembríos) Los investigadores han encontrado otra coincidencia curiosa. A fines de junio (solsticio de invierno, cuando Atoq está en lo más alto del cielo, "en pleno banquete") empieza la temporada de apareamiento de los zorros. Las crías nacen cuando Atoq cae, en diciembre.


Es posible que en estas relacione esté el origen del mito. Algunos investigadores [Fossa, 2019] han ido incluso más lejos, sugiriendo que antiguos geoglifos, como el del cerro Lechuza (trazado hace 23 siglos por los paracas) y en donde aparecen juntos un zorro y un cóndor, podría evocar este mito. Pero, aunque fascinante, es una hipótesis difícil de probar.



Las historias de zorros que suben al cielo o que son maldecidos por los dioses son, desde luego, muy diferentes a la del zorrito que hasta hace unos días deambulaba por los tejados de Comas. Su drama es el del maltrato animal y las mafias que trafican con especies silvestres. Pero la forma en que ha revuelto redes y corazones, reemplazando en nuestras conversaciones las miserias de nuestra política y generando bromas y cuentos, me hace pensar que, después de todo, no hay tanta diferencia entre la imaginación que hoy produce memes y la que ayer forjó leyendas.

Para bien o para mal, el comportamiento de los animales, en los que nos reflejamos, siempre inspirará historias que nos causen gracia, nos conmuevan o nos obliguen a mirar a las estrellas.



 

Fuentes

  •  Sobre los mitos de Cuniraya y Cavillaca, la gran inundación y los dos zorros, he consultado la traducción de José María Arguedas del Manuscrito quechua de Huarochirí, la compilación de mitos de la sierra de Lima realizada alrededor de 1598 por el sacerdote Francisco de Ávila. Véase: José María Arguedas en "Dioses y hombres de Huarochirí" (1966)
  •  Sobre las leyendas del zorro en los Andes del sur, estoy siguiendo la síntesis de Itier, César: El zorro del cielo: un mito sobre el origen de las plantas cultivadas y los intercambios con el mundo sobrenatural. Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos, 1997, 26 (3): 307-346 . Disponible en línea en : Disponible en : http://www.ifea.org.pe/libreria/bulletin/1997/pdf/307.pdf
  •  Sobre las historias de zorros en la cosmovisióm aymara, puede revisarse el trabajo de Juan van Kessel: El tramposo engañado: El zorro en la cosmovisión andina. Revista de Ciencias Sociales, Universidad Arturo Prat, Chile, 1993 Disponible en línea aquí: https://www.redalyc.org/pdf/708/70800304.pdf 
  • Sobre la posible conexión entre el mito del zorro surandino, las consteaciones oscuras y geoglifos, pueden ver este ensayo de Fossa, Lydia. (2019). Representación geo gráfica del mito del zorro en el cielo. Estudios atacameños, (62), 43-70. https://dx.doi.org/10.22199/issn.0718-1043-2019-0005 . Disponible en :https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-10432019000200043#aff1  
  • Sobre los geoglifos de Cerro Lechuza, se puede consultar García Soto, R. (2013). Geoglifos paracas de la costa sur: Cerro Lechuza y Cerro Pico. Boletín De Arqueología PUCP, (17), 151-168. , disponible en https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/boletindearqueologia/article/view/14444

 

Un texto de Pablo Ignacio Chacón

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