La Sala Paracas. Lo excesivo y lo asombroso.

Anoche fue presentado a la prensa un libro-catálogo con todas las piezas que se exhiben en la Sala Paracas del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (MNAAHP). En esta publicación también se da cuenta del trabajo de casi cinco años invertidos en preparar este renovado ambiente del museo. Aprovechamos esta ocasión para hablar de nuestras impresiones sobre este lugar, que ha sido tanto elogiado como criticado desde su reciente inauguración (en setiembre de 2013).

Entrada principal a la sala. Sobre la pared de la izquierda se presenta un gran mapa de la península de Paracas y sus zonas arqueológicas, las mismas que se referencian en la piezas que se exhiben en las vitrinas de la derecha y, en general, en toda la muestra. Foto: MNAAHP



De arranque, lo importante: una visita a la Sala Paracas es una experiencia memorable. No sólo por la calidad de las piezas arqueológicas que se exhiben (mantos bordados, cráneos deformados, cerámica, piezas metálicas....), sino por el trabajo de museografía que ha realizado allí el equipo del MNAAHP. 

En la muestra se intenta reflejar cómo era el mundo de los habitantes de Ica entre los años 800 a.C. y el 200 d.C. que es cuando se desarrolló un peculiar estilo de decoración en cerámica y textiles conocido por la arqueología peruana como Paracas, por encontrarse sus principales cementerios en la península del mismo nombre. 

En los dos pisos de esta exposición se han realizado reconstrucciones realistas a tamaño real de antiguos enterramientos (uno de ellos, el de una tumba de estilo cavernas, ocupa precisamente los dos pisos de la sala). Posee una zona interactiva con videos y recursos multimedia y hasta una pequeña "zona de juegos" donde el visitante puede vestirse, si lo desea, con réplicas de las peculiares prendas y adornos de los antiguos habitantes de Ica. 


Réplica a tamaño natural de una tumba de la Fase Cavernas que se despliega en los dos pisos de la Sala. Se trata de pozos en forma de botella. En la parte inferior se colocaban las momias, envueltas en los clásicos mantos paracas y una serie de ofrendas de todo tipo. Las excavaciones arqueológicas en este tipo de tumbas son las que le han dotado al museo de la mayoría de las piezas que se muestran en este ambiente. Foto del Facebook del museo.  


Si bien los colores elegidos para los ambientes, la iluminación y los espejos pueden resultar algo excesivos (por momentos uno puede creer que está en un centro comercial y no en un museo) y la ausencia de una señalización para marcar el recorrido puede ocasionar que uno se confunda (no entendemos bajo qué criterio se ha conectado la Sala de la Cultura Pucará con la Paracas, cuando ambos son pueblos muy diferentes y en ninguna de las dos se menciona a la otra) hay que reconocer lo refrescante de la propuesta dentro de la habitualmente fría oferta museográfica peruana

Es cierto que a veces pareciera que se hubiera preferido destacar más la decoración de la sala que las obras de arte que se exhiben en las vitrinas... Pero creemos que es una percepción apresurada. Una infografía explicativa pintada en muchos colores en una gran pared quizá pueda capturar la atención del visitante de manera más rápida que un pequeño plato hecho hace dos mil años en un trozo de calabaza. Pero es precisamente la infografía la que provee información al visitante promedio para entender mejor esa pieza. Ese visitante puede luego regresar a la pequeña calabaza y apreciarla mejor, entender el trabajo que se hizo con ella y admirarla. Y es que los museos están también para eso: no sólo para conservar sino para repensar y valorar mejor el trabajo de los que nos precedieron.

Pequeña calabaza (mate) usada como recipiente y decorada en su exterior con el diseño de
un felino, rodeado de líneas entrelazadas y puntos. Foto de la Web del Ministerio de Cultura.

Por supuesto es muy distinto apreciar estos detalles en medio de una procesión de visitantes que hacerlo pausadamente en un horario poco concurrido. El apuro puede atentar precisamente contra el objetivo de la muestra y hacer que uno se pierda de los detalles y de la abundante y estructurada información que los textos y gráficos en las paredes proveen.


Vista de una de las vitrinas de mantos bordados en el segundo piso. Foto: Ministerio de Cultura 
 
El segundo piso está reservado para exhibir los textiles que han hecho famoso el arte paracas en todo el mundo, incluyendo los instrumentos con el que los tejieron y bordaron. Como se sabe, la extraordinaria conservación de los mismos ha sido posible por las condiciones de aridez de los desiertos donde se encontraron.

Una de las grandes paredes curvas del segundo piso ha sido decorada con los motivos de los poco conocidos geoglifos de Paracas (antecedentes directos de los que más tarde hicieran los Nazca). Es un buen trabajo pero poco aprovechado porque los textos explicativos están perdidos cerca del ascensor. No es difícil creer que se trata de una simple decoración en los muros. En cambio, una galería de cráneos deformados (una de las costumbres más llamativas de las culturas andinas) funciona muy bien para el visitante porque está precisamente acompañada de gráficos explicativos donde se ilustra cómo lo lograban, para qué lo hacían y cuales eran los diferentes "estilos" de deformación craneal. 


Cráneos deformados de diferentes maneras. Foto Antiguo Peru 


En esta muestra se ha incorporado, además, algunos temas poco conocidos por el gran público de las antiguas sociedades de Ica, como su afición por los tatuajes corporales o las notorias diferencias entre las prendas femeninas y las masculinas.

El libro catálogo del que hablábamos al principio tiene una primera parte donde se consignan los trabajos de investigación y conservación desarrollados para la muestra y una segunda con las fotos de las 141 piezas en exhibición. Puede conseguirse en las librerías de las instituciones dependientes del Ministerio de Cultura y en el mismo museo. Pero la primera opción (y más barata) es darse una vuelta por el museo y pasear con calma por este ambiente. Vale la pena. 




Pablo Ignacio Chacón
www.antiguoperu.com



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