Sobre reinas y cazadoras

La historia de las mujeres es la historia de media humanidad. Pero la forma en que la contamos parece ignorar esa proporción. No por falta de datos, sino porque nuestros prejuicios nos impiden, a veces, acercarnos a la realidad. El estudio del Antiguo Peru no es excepción.

El cuerpo de la señora de Cao, gobernante moche del Bajo Valle de Chicama en el año 400 de nuestra era (Foto: Andina)



Teniendo en cuenta la labor depredadora de los huaqueros, los arqueólogos han tenido la fortuna de encontrar intactos varios entierros de antiguos líderes andinos. Cuando en 1987 Walter Alva y su equipo hallaron a los 3 señores de Sipán , por ejemplo, nadie cuestionó el título de "Tumbas Reales", pues tanta opulencia bajo tierra (incluyendo acompañantes sacrificados) hablaba de un poder absoluto. No hubo dudas: eran reyes. Tampoco se cuestionó, en 1991, el carácter gobernante de los señores Lambayeque —también llenos de oro—. encontrados por Izumi Shimada en Batán Grande (y a cuyo personaje más prominente bautizó como "Señor de Sicán")

Pero cuando en 2009 apareció la tumba de un mujer que vivió hace 2500 años en lo alto del templo de Pacopampa no se dijo —a pesar de sus joyas y finísima cerámica asociada— que fuera una "gobernante". Y antes, en 1992, a las mujeres moche ricamente enterradas en San José de Moro se les llamó solo "sacerdotisas". Mas allá de que los términos "real" o "rey" puedan ser inexactos (pues las estructuras políticas andinas no son equivalentes a las de otras latitudes y no todos estos personajes tuvieron el mismo poder) es evidente que, a pesar de su solvencia y profesionalismo, los investigadores — humanos al fin— no siempre pueden escapar de sus ideas preconcebidas.

Por eso, el hallazgo de la Señora de Cao en 2005 fue una especie de terremoto en la arqueología peruana. No se podía negar su semejanza en rango a los señores de Sipán: una mujer, enterrada en el sitio central de una pirámide ceremonial, no solo rodeada de elaborados ornamentos de oro y plata sino, también, de símbolos militares (dos porras gigantescas forradas en oro). Los investigadores han tenido que revisar sus ideas sobre el poder en el Antiguo Perú desde entonces. 

 



Las mujeres que se enfrentaron a los incas

A primera vista todo esto parece consistente con testimonios del siglo XVI, cuando se dio el contacto entre los Andes y Europa. Los españoles conocieron mujeres gobernantes entre Tumbes y Piura (a las que conocían como capullanas). Luego, cuando los cronistas empezaron a recoger la historia inca (con sus sesgos e imprecisiones) se encontraron con varios relatos sobre la gobernante de Guarco en el actual valle de Cañete, al sur de Lima. Su resistencia fue tan tenaz que los incas demoraron años en incorporar la región al imperio. Cuentan las crónicas que solo fingiendo una estratagema de alianza, lograron vencerlos. La victoria fue tan importante para los incas que levantaron un templo conmemorativo a orillas del mar de Cerro Azul.

Muros incas de Guarco, Cerro Azul


Investigadoras como María Rostworowski comprobarían luego el papel de las curacas andinas en la conquista europea. A través de documentos judiciales, logró descifrar la historia que una prominente gobernante ancashina (la curaca de Huaylas) que resultó decisiva en salvarle el pellejo a Pizarro cuando la resistencia inca atacó Lima en 1535. Los ejércitos de Huaylas pelearon en la capital peruana por los españoles. La arqueología, posteriormente, demostraría que los cuerpos de guerreros incas que cayeron en esa batalla (y que fueron enterrados en Puruchuco) estaban llenos de heridas causadas por armas nativas (porras, macanas), probablemente portadas por las fuerzas aliadas ancashinas.

Y tampoco deberíamos olvidar las historias que contaron los que acompañaron a Orellana en su recorrido por el Amazonas, en donde afirmaron haberse encontrado con pueblos enteros habitados y gobernados por mujeres (aunque hay que decir que de esto casi no hay ninguna evidencia antropológica).

Pero nada de esto debería llevarnos al equívoco de creer que estos testimonios demuestran cierta igualdad entre hombres y mujeres en el Antiguo Perú. Durante miles de años hubo en los Andes diferentes lenguas, crencias y costumbres en diferentes geografías. No es serio creer que, por ejemplo, la vida de las mujeres de los desiertos de Nazca en el año 500 era igual que las de las montañas de Chavín, 10 siglos antes.

Y, claro, una cosa son las élites y, otra, la gente común. Sino que se lo digan a Juanita (que es como llamaron los arqueólogos arrequipeños a la niña sacrificada por los incas a sus dioses en el volcán Ampato) o a las mujeres asesinadas (por los, en este caso, nada igualitarios moche) para servir de "ofrenda" en tumbas ajemas.

Las mujeres en el arte Recuay



El arte también nos dice algo. Diferentes análisis de las escenas que aparecen en la cerámica Recuay (una sociedad contemporánea a la mochica pero en la sierra de Ancash) muestran a las mujeres en un rol preponderante solo cuando están asociadas a la sexualidad o a la maternidad. En cualquier otro tipo de escena aparecen de mucho menor tamaño que los varones, escoltándolos o atendiéndolos. Tampoco esto es una "prueba" de trato desigual en  la vida cotidiana, pero sí muestra que las cosas no son tan sencillas como parecen.

La tumba de Wilamaya Patjxa


Pero volvamos al tema de los prejuicios que comentábamos al principio comentando un descubrimiento más reciente. En 2018, en Wilamaya Patjxa, cerca de Puno, los arqueólogos recuperaron un entierro de 9000 años de antigüedad (la época  de los primeros andinos, cuando aún no había templos ni estados) de una joven sepultada con puntas de proyectil y lanzadardos, útiles para la caza de venados y vicuñas. Ella tenía unos 18 años al momento de su muerte. Pero que esas armas estén en su tumba ¿significa acaso que las usó en vida? A partir del análisis de los objetos del entierro (que incluían herramientas no muy difíciles de elaborar y con huellas de desgaste, es decir, de haber sido usadas), los arqueólogos creen que estos no eran "ofrendas" (como las joyas de Cao o Chornancap), sino objetos que ella usó durante su vida... de cazadora. Un rol que nuestros prejuicios atribuían exclusivamente a los hombres.



Pero los investigadores se plantearon también una cuestión mas simple y poderosa: ¿Nos estaríamos preguntando si esos objetos fueron usados por la persona enterrada si esta hubiera sido hombre?

Está claro que, sobre el pasado, tenemos todavía mucho que aprender… y desaprender. 


 

Fuentes:

Cromphout, Alexandra. “Gender archaeology in Ancient Peru: a case study among the Recuay.” (2014).

Moretti, Alexia: Las escenas de carácter ceremonial: un estudio iconográfico de vasijas cerámicas Recuay (2017)

Haas, Randal, et. al. Female hunters of the early Americas (2020). Science Advances  04 Nov 2020:Vol. 6, no. 45



Pablo Ignacio Chacón , 2021

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